COLOMBIA, entre la elección y la incertidumbre

Ángel Medina Devis. Politólogo UCV.

El pasado 19 de junio, Gustavo Petro se alza como claro ganador en la segunda vuelta electoral de las elecciones presidenciales en Colombia. Con este resultado, comienza un tránsito hacia un nuevo tiempo político marcado por una clara transformación del escenario político nacional, el ascenso de nuevos actores como de partidos políticos.

Es un tiempo en el que la sorpresa formó parte del proceso, por medio de un crecimiento vertiginoso de la figura de Rodolfo Hernández, un empresario negado a la militancia política y con un discurso que se oponía al estado actual de la configuración del sistema político, que logró acumular apoyos por simplemente ser un hombre distinto a los líderes tradicionales, un político no político que con la bandera en contra de la corrupción se hizo un espacio para polarizar y ser actor clave.

Importante señalar la presencia en esta victoria de una figura como la nueva vicepresidenta Francia Márquez quien es una activista social proveniente de la ruralidad del país, cuyo trabajo se ha destacado en la lucha por las reivindicaciones sociales de los sectores más vulnerables de la sociedad.

Por primera vez en la historia de Colombia un líder proveniente de la izquierda asume el rol de conducción del país, por primera vez los sectores conservadores o identificados en el espectro ideológico de la derecha quedan relegados en las preferencias electorales de los colombianos, los principales partidos políticos y figuras que han copado la escena durante las últimas décadas dejaron de tener la relevancia e influencia mayoritaria y tendrán ahora un nuevo rol en la gestión política de este nuevo tiempo en el marco del congreso de la república. Esto marca una nueva etapa que es muy difícil de precisar en su totalidad de primer momento, porque los cambios que pueden provocarse y que se representaron en los planteamientos del nuevo presidente y de su movimiento denominado el Pacto Histórico, fueron tomados por la sociedad y respaldados en las urnas por medio de un proceso democrático.

Colombia es un país que hoy muestra la doble expectativa de una población que por un lado espera ver cristalizadas las promesas de cambio, igualdad y justicia social, frente a otra parte de la población que observa con recelo este triunfo y que en alguna medida siente amenazada la estabilidad del sistema democrático de esta nación.

También la región latinoamericana vuelve a observar un nuevo proceso electoral que trae cambio, que suma una nueva victoria para los movimientos de izquierda de región y que alienta más discusión sobre el estado de nuestras sociedades y sobre reconocer los anhelos de nuestros pueblos. No deja también de ganar espacio la idea de la consolidación de los modelos autocráticos y populistas como los de Cuba, Nicaragua o Venezuela, esta idea de la expansión de estos modelos por uso de los mecanismos democráticos sigue vigente y se alienta en medio de esta victoria en el país neogranadino.

El proceso de paz, la lucha contra el narcotráfico y la presencia norteamericana, mejoras en el sistema de salud, la propuesta de un reforma agraria, el rol de las fuerzas armadas, la pugna política posible en el parlamento, la industria petrolera y una política verde, la democracia y sus instituciones, la transición política, los miedos reales, los intereses económicos, las protestas y lograr una ruta de progreso, serán de los temas más importantes en este nuevo tiempo, temas que de seguro confrontaran a la población, a los sectores sociales y a la política. La agenda apenas está por desarrollarse, pero es posible que venga cargada de una profunda discusión sobre los modelos, las posiciones ideológicas, la revisión histórica y las grandes demandas sociales.

UNA VICTORIA INEQUÍVOCA

Marcaban apenas las 5 de la tarde en Colombia, habían transcurrido solo unas dos horas de culminado el proceso de votación en las más de 103 mil mesas electorales habilitadas y los ciudadanos colombianos como los demás interesados del mundo, ya podían ver por medio de la página o el App de la Registraduría de Colombia, la transmisión de más del 70% de las actas escrutadas y los diferentes boletines preliminares que se actualizaban cada 5 minutos aproximadamente.

Solo bastaron un par de horas para que todos pudieran conocer los resultados emitidos por los organismos oficiales y saber de primera mano que Gustavo Petro con el Pacto Histórico se alzaba con la victoria electoral. El resultado final fue de 50,44% de los votos para Petro y Francia Márquez (11.281.013) contra un 47,31% de los votos válidos para Rodolfo Hernández y Marelen Castillo (10.580.412). Estos resultados vinieron con un aumento importante en los niveles de participación registrados desde las últimas 5 elecciones presidenciales, esta vez el 58,09% de los electores acudieron a las urnas, o lo que sgnifica, un poco más de 22.658.000 de votantes.

Pocas horas bastaron para demostrar confianza y transparencia en el proceso, la confianza en los resultados. La forma como democratizaron y publicaron los anuncios y boletines fortalecieron el proceso, les brindaron estabilidad a las instituciones democráticas y echaron por tierra cualquier duda sobre la sostenibilidad y confianza del sistema electoral colombiano.

Pero quizás uno de los mayores logros del propio proceso electoral fue el reconocimiento político de la elección y de sus resultados, bastaron también pocos minutos para que las principales figuras políticas y funcionarios del Estado elevaran su felicitación a los ciudadanos e instituciones, para que reconocieran el resultado. El mismo día, al culminar la jornada electoral y ver los boletines, el presidente Iván Duque colocó en sus redes sociales “Llamé a Gustavo Petro para felicitarlo como presidente electo de los colombianos. Acordamos reunirnos en los próximos días para iniciar una transición armónica, institucional y transparente.”  de igual, en los últimos días recibió en el Palacio de Nariño (palacio de gobierno) al presidente electo Gustavo Petro para iniciar lo que denominan el proceso de empalme que es la transición de un gobierno a otro. Rodolfo Hernández reconocía también los resultados y declaraba “Colombianos, hoy la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas que votaron lo hicieron por el otro candidato. Como lo expresé reiteradamente, acepto el resultado como debe ser y deseamos que nuestras instituciones sean firmes. Sinceramente, espero que esta decisión que han tomado sea beneficiosa para todos y que Colombia se encamine hacia el cambio que predominó en el voto de primera vuelta”

Federico Gutiérrez, Sergio Fajardo, Álvaro Uribe y otras tantas figuras políticas del país también reconocieron el triunfo y en este gesto de reconocimiento fortalecieron las instituciones políticas y permitieron dar garantías de estabilidad y posibilidad de acuerdo en medio de los cambios históricos que se están presenciando.

Tener garantías electorales, un sistema y autoridades electorales fortalecidas, como la posibilidad de garantizar procesos políticos con firmeza y valor institucional, es quizás de los aspectos más relevantes de esta elección porque demuestra la posibilidad cierta de enriquecer y fortalecer el sistema político y con ello las instituciones democráticas, en una región donde priva la desconfianza y el conflicto este hecho es necesario y debe ser valorado como de enorme importancia.

Solo un dato final, según la última encuesta de Latinobarometro en su Informe 2021, el 54% de los colombianos encuestados confían en la institución electoral.

QUE SUCEDE EN EL SISTEMA

La victoria del Pacto Histórico y el cambio político que vive Colombia debe comprenderse en su contexto, se hace necesario reconocer el estado de las demandas sociales que se vienen expresando en los últimos años, las grandes manifestaciones y los paros que se sucedieron en el año 2019 lo venían demostrando, quizás la violencia jugó un rol deslegitimador de la calle y de las demandas, pero  sin duda, una buena parte de esa manifestación de calle y en las redes ya venía reflejando un deseo de algo más por parte de un grupo importante de la población.

Por ello, es necesario hacer un analisis de este resultado electoral a la luz de las condiciones sociales y económicas que se presentan en la actual Colombia, se hace necesario intentar un breve abordaje de las consecuencias de un largo conflicto armado cargado de gran violencia y de los innumerables esfuerzos para garantizar un proceso de pacificación real de este país.

Colombia es de los países de la región que vive con mayor intensidad el desencanto con la democracia, atrás quedaron los tiempos del Frente Nacional que sucedieron a mediados del siglo pasado y del gran apoyo que se logro obtener a finales de los años noventa del sistema democrático. Hoy la sociedad colombiana evidencia su critica al sistema y se torna insatisfecha sobre el estado de  y sobre el sistema democrático.

La encuesta de Cultura Política y Ciudadana del DANE del 2019 lo refleja cuando pregunta ¿qué tan satisfecho(a) se siente con la forma en que la democracia funciona en Colombia? solamente el 16,4 % del total de las personas encuestadas contestó que se siente muy satisfecho, mientras que el 47,1 % respondió que se siente muy insatisfecho y si sumamos a este último porcentaje aquellos que declararon no estar ni satisfechos, ni insatisfechos, el porcentaje llega a 80,9 % del total de la población.

Latinobarometro en su Informe 2021 también ofrece este mismo panorama, 52% de los colombianos ven a la democracia con grandes problemas y solo el 17% está satisfecho con la misma. Este informe señala que entre 2018 y 2020 se produjo una disminución significativa de apoya a la democracia en este país pasando de 54% al 43% respectivamente de las personas que apoyan este sistema. De igual, un tercio de la población ve con indiferencia que tenga un gobierno democrático o no democrático, simplemente le da lo mismo. Esta crisis también se presenta en los niveles de confianza hacia las instituciones que representan y le dan vida al sistema democrático, la cifras que se revelan para Colombia son alarmantes, solo el 14% confían en el parlamento, 11% en los partidos políticos, 25% en el gobierno y 23% en el poder judicial.

Estos valores de apoyo al modelo democrático vienen experimentando en los últimos años un retroceso, se percibe de forma clara un desgaste del sistema y un retroceso en la cultura democrática de este país. Los recientes eventos de la Pandemia y su impacto también tienen que ver en esta situación tal como se refleja en el estudio Crisis y Desencanto de la Democracia en América Latina cuando explica “Adicionalmente, es muy probable que la pandemia y sus efectos más evidentes estén incidiendo también en los bajos resultados actuales en torno a la satisfacción sobre el funcionamiento de la democracia; de hecho, al indagar sobre el problema más grave para los colombianos durante el año 2020 para los hombres continuó siendo la corrupción, mientras que para las mujeres fue la falta de servicio de salud”. (Virtuoso, 2021)

En este camino el malestar social juega un rol de suma importancia y aproximarse a las cifras permite reconocer no solo la situación que llevó al cambio político en las elecciones sino el enorme reto que significa hacer realidad los reclamos y demandas sociales con los que se confrontará Gustavo Petro.

“El nivel de las desigualdades no solo económicas y sociales, sino también de género, etnia y cultura, está ampliamente extendido en Colombia y se ha venido profundizando en los últimos años” (Idem)

Según estimaciones de la CEPAL Colombia es de los países con las tasas más altas de pobreza en la región, para el año 2020 el 39,8% de los colombianos vivían en la pobreza y el 19,2 % en situación de pobreza extrema. Estos números tienen mayor incidencia al desagregarse entre las ciudades y las poblaciones rurales las desigualdades entre la incidencia de la pobreza a nivel nacional y los centros poblados rurales y la población rural dispersa son enormes. Las desigualdades entre el país urbano y rural son históricas y aún mayores, cuando se comparan las trece ciudades y áreas   del país con los centros poblados rurales y la población rural dispersa” (Virtuoso, 2021).

Por su parte, el Estudio Económico de la OCDE para Colombia en su informe de febrero 2022 indica que el 60% de los trabajadores se encuentran en el sector informal, excluidos de la seguridad social, con bajos niveles de productividad y una muy baja participación en los aportes fiscales, que la mitad de los mayores de 65 años no reciben ningún tipo de pensión, que viene en aumento el abandono escolar y se ha frenado la creación de empleos.

Latinobarometro también ofrece cifras respecto a este malestar, el 76% de los colombianos piensa que el país esta gobernado para el beneficio de un grupo de poderosos, solo el 15% cree que es justa la distribución de la riqueza, el 70% no siente que exista igualdad de oportunidades, 65% siente que es injusto el acceso a la educación, 83% que es injusto el acceso a la justicia y 74% ve injusticia en el acceso a los servicios de salud. Por su parte la corrupción es de los problemas más enunciados, el 62% afirma que los casos de corrupción están aumentando y ven en la clase política a los principales responsables.

Este es un marco de descontento social evidente, es aquí donde esta mejor plasmada la respuesta y decisión de los electores ante este proceso electoral presidencial, estas cifras fueron el motor para un cambio total que se plasmo en la primera vuelta presidencial y que se consolidó en la victoria de Gustavo Petro en segunda vuelta.

Es imposible pensar en el contexto sin considerar las consecuencias de largo conflicto armado que ha vivido Colombia, una guerra que lleva décadas y cuyo costo humano, social, cultural y económico es enorme. El conflicto armado tiene en su cuenta más de 200.000 personas fallecidas, 27.000 victimas de secuestro, 716 acciones bélicas, 1982 casos de masacres y más de 90 atentados terroristas, según el Centro de Memoria Histórica de Colombia.

Para los expertos, esta guerra ha permitido desde sus inicios en los años sesenta mantener y justificar lo que denominan como una “democracia de baja intensidad”, que se explica como aquel sistema que mantiene el formalismo y los mínimos del sistema democrático mediante elecciones ininterrumpidas desde 1958. Este modelo ha permitido instalar un sistema desigual y de concentración de riqueza para un grupo de la población “la concentración del ingreso en las elites económicas, durante la guerra, ha sido un proceso sostenido en medio de un contexto creciente de desigualdad y de persistencia de altos índices de pobreza con especial fuerza en las áreas rurales. El conflicto armado ha permitido la acumulación por desposesión principalmente a través de la vía del desplazamiento forzado y del despojo de tierras” (Virtuoso, 2021)

Para exponerlo en cifras, para el año 2020 el 81% de las tierras productivas de Colombia estaban en manos del 1% de las fincas de mayor tamaño, de las 5.775 sentencias del Sistema de Restitución de Tierras solo el 9 % han sido restituidas. En este contexto, los campesinos han sido de los grandes perdedores del conflicto armado.

Por su parte, los procesos de paz se lograron consolidar de manera formal mediante la firma del Acuerdo para la Terminación Definitiva del Conflicto que se realizó en La Habana en el año 2016 y que posteriormente fue rechazado en referéndum, lo que obligo varias modificaciones y su aprobación por parte del Congreso. Estos acuerdos crearon una serie de compromisos entre las partes que hasta la fecha han sido de muy bajo cumplimiento, según el Instituto Kroc para finales del 2019 el 60% de los compromisos del Acuerdo se encuentran en estado mínimo o por implementar, pero además, todavía quedan por presentar en el congreso nacional 41 de las 107 normas que permiten la implementación de los acuerdos de paz.

LA INCERTIDUMBRE COMO MOTOR

Gustavo Petro es un político proveniente de los movimientos de izquierda de Colombia, con una juventud militante dentro del M19 grupo armado que participó en el conflicto, fue congresista y senador, fue alcalde de Bogotá y luego de intentarlo, finalmente llega a la presidencia de Colombia. Su triunfo viene cargado del peso ineludible de la historia del conflicto que ha padecido esta nación, su imagen refiere un cambio que especialmente los jóvenes respaldan, pero que también lleva consigo la idea de la amenaza y de la revancha. Para muchos sectores de la vida nacional de Colombia, Petro hoy representa la posibilidad muy real de ser el instrumento para la destrucción del sistema democrático del país, su historia de amistad con figuras como Hugo Chávez o cercanía con el castrismo, levantan las alertas de una parte del país que ve representada en su figura la idea del comunismo y del proyecto autocrático de permanencia infinita en el poder.

No es posible hablar de Petro sin tener en mente estas visiones que se contraponen y están en la conciencia de un país que puede entrar en una etapa de profunda polarización. Por una parte el Petro de la justicia y la reivindicación social, el que firma ante notario su compromiso de no reelección indefinida, el hombre de la política para la vida y de la política verde, el que viene a representar a los más humildes para garantizarles salud y educación; pero por otro lado, el Petro lobo con imagen de cordero, que lleva en su interior el deseo de venganza y revanchismo, ese que viene a destruir las bases liberales del Estado, que posiblemente imite el populismo y autocracia de quienes hoy en Latinoamérica lo aplauden, es el Petro de la izquierda comunista que con poder se teme que lleve al país a una crisis sin precedentes.

Es una doble imagen de un mismo liderazgo que hoy representa una esperanza y a la vez una amenaza, que viene a marcar un nuevo tiempo en el sistema político donde la agenda por más que se encuentra repetida y plasmada en planes no termina de convencer a una parte importante de la población, que ve en su persona, la cristalización del fin de la prosperidad. Petro es vida y muerte, es paz y violencia, es entusiasmo y temor, es una mezcla basada en la confianza y el rechazo, es el producto de la historia de una nación que se confrontó y sigue confrontándose en guerra abierta, que lucha por una verdadera paz, que lleva consigo un largo camino de desencuentros y que por primera vez tiene un ganador fuera de la tradición.

Petro es hoy incertidumbre, respuesta natural ante lo novedoso o lo que antes no había pasado, es la incertidumbre que motiva a la crítica de inicio, al rechazo por defecto, al miedo por razón, a la etiqueta por desempeño, es la incertidumbre que pone a los sectores económicos en alerta, a la industria petrolera en revisión, a los liderazgos políticos en resguardo precavido.

No hay otra forma de salir de esta incertidumbre sino con acción, las decisiones que pueden ir delineando y marcando el camino, será la construcción de su gabinete ministerial donde antes de cerrar este articulo comenzaba colocando al político conservador Álvaro Leyva como nuevo canciller, sobre quien será la imagen de su equipo económico; será lo que haga y decida los primeros 100 días luego de asumir el gobierno; serán las declaraciones de sus más cercanos, las aseveraciones que lance al país; serán las acciones concretas las que puedan ir despejando las dudas y dando a conocer el talante real de quienes hoy asumen el poder en Colombia, no queda tiempo para la adivinación sin sentido, no queda espacio para la especulación en base a la posición ideológica, solo queda tiempo para esperar y ver, para esperar y reconocer quien es el Petro presidente. Mientras tanto, hoy gobierna en Colombia la incertidumbre.

Bibliografía

  • Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Panorama Social de América Latina, 2021
  • Corporación Latinobarometro. “Informe 2021. Adiós a Macondo”. Santiago de Chile, 2022.
  • Departamento Administrativo Nacional de Estadística DANE. “Encuesta de Cultura Política 2019”
https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/ecpolitica/Presen_ECP_extendida_19.pdf