María Eugenia Cisneros Araujo
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad Simón Bolívar), M.Sc. en Filosofía y Ciencias Humanas (Universidad Central de Venezuela), Abogado (UCV), Lic. en Estudios Internacionales (UCV), Lic. en Filosofía (UCV), Instituto de Investigaciones Literarias-UCV.
1. Desencuentro entre el Estado y la Iglesia
Varias circunstancias revelan, en Nicaragua, el conflicto entre el Gobierno de Daniel Ortega y la Iglesia[1]:
En el año 2018 los obispos de la Conferencia Episcopal apoyaron las protestas realizadas contra el presidente y fueron señalados como terroristas. La Policía no autorizó la Procesión de la Virgen de Fátima. La Asamblea Nacional de Nicaragua y el Ministerio de Gobernación anularon la personalidad jurídica de la Asociación Misioneras de la Caridad que atendía a personas necesitadas (ancianos, niños) y varias religiosas fueron expulsadas del país. El Gobierno de Nicaragua le retiró el beneplácito al Nuncio Apostólico Waldemar Stanislaw y tuvo que abandonar el país. En una capilla ocurrió un incendio que deterioró el crucifijo de la Sangre de Cristo que tiene más de 380 años de antigüedad. Recientemente, en este mes de agosto de 2022, es noticia en los medios y redes sociales la persecución emprendida contra el Monseñor Rolando Álvarez Lago por sus críticas al gobierno de Daniel Ortega y el cierre de las emisoras que dirigía el obispo: Radio Católica de Sébaco, Radio Hermanos, Radio Santa Lucía de Ciudad Darío, Radio Aliens de San Dionisio, Radio José de Matigúas, Radio Monte Carmelo de Río Blanco y Radio Nuestra Señora de Lourdes en La Dalia[2].
Estado e Iglesia, hombre y Dios, lo profano y lo sagrado a lo largo de la historia son dos dimensiones que pueden coincidir o estar en conflicto. La unión o separación del Estado y la Iglesia refiere a dos instituciones que encarnan un poder. El Estado el poder político. La iglesia el poder eclesiástico. La relación del hombre con Dios, de lo profano con lo sagrado involucra lo humano y lo divino. Basta recordar los enfrentamientos sucedidos con el ámbito eclesiástico en la transición de la edad media al renacimiento, las diferencias, todavía presentes, entre palestinos y judíos, la no coincidencia entre el islam y el cristianismo y el peso que tiene la religión en la configuración del poder político.
A continuación dos visiones que se refieren a este asunto:
1.1. Antígona de Sófocles
Etéocles y Polinices son hermanos de Antígona, se matan entre sí por el poder. Creonte ordena que en cumplimiento de la ley divina se le dé sepultura a Etéocles y que a Polinices no se le rindan los rituales fúnebres. Establece en su decreto que quien no cumpla con lo señalado tendrá como castigo la muerte. Antígona se opone al decreto de Creonte, decide obedecer la ley divina y enterrar a su hermano Polinices. La tragedia que vive Antígona es producto del enfrentamiento entre lo político y la religión, el ser humano y lo divino, lo profano y lo sagrado.
Sófocles con esta tragedia busca mostrar que las prácticas humanas están limitadas por la esfera divina. Le está prohibido a los hombres infringir los dictados de los dioses. De hacerlo serán castigados. Cuando quien ejerce el poder transgrede las leyes divinas llevado por su desmesura se convierte en tirano, impone leyes particulares, abusa del poder y es violento. Creonte es un tirano.
Castoriadis analiza la obra de Antígona desde su planteamiento de la imaginación y lo imaginario[3]. Señala que Sófocles destaca la autocreación del hombre y su distanciamiento de los dioses cuando está sujeto a sus pasiones. Esta autocreación en la dimensión política puede estar dirigida al bien o al mal. Busca el bien cuando quien ejerce el poder fabrica conjuntamente con los otros las leyes de su ciudad. Se conduce al mal cuando se coloca fuera de la comunidad política por arrogancia, insolencia.
El tema de la mencionada tragedia refiere a la capacidad del hombre de construir comunidad política junto con los otros o a su separación de esta. Cuando decide desvincularse de la comunidad política, no relacionarse con los otros, está en desmesura, es incapaz de tejer conjuntamente la ciudadanía. Creonte es un tirano porque está al margen de la comunidad política, sus acciones son destructivas, desmedidas, está atrapado por sus pasiones.
Martha Nussbaum sostiene que:
Antígona se encuentra ante un dilema acuciante. El Estado, en la persona de su tío Creonte, ha anunciado que no puede enterrar a su hermano, muerto en el ataque a la ciudad. Pero la religión de Antígona y sus «normas no escritas» le dicen que ha de enterrar a su hermano o perder toda oportunidad de que los espíritus de su familia la acojan cuando muera. Como lectores de la tragedia de Sófocles, solemos encontrar alarmante la rigidez de Creonte. Ha definido la política pública de modo que favorece los intereses de las personas de la ciudad. Al hacerlo, sin embargo, ha impuesto una carga trágica sobre una persona. El gran estadista ateniense Pericles se jactaba de que la Atenas democrática del siglo V hacía mejor las cosas, rechazando por principio poner a las personas en trances tan terribles. Atenas, afirmaba, persigue el bien de la ciudad, pero sin exigir que sus ciudadanos violen las leyes no escritas de su religión.
El dilema de Antígona ha resonado a través de los tiempos, como ejemplo del daño terrible que el Estado puede infligir cuando no es lo suficientemente sensible a las necesidades religiosas de los ciudadanos. Los estados modernos se toman muy en serio este problema. Hegel, el gran filósofo alemán del siglo XIX, sostenía que la sensibilidad ante el problema de Antígona era el distintivo del Estado moderno liberal, que se compromete a resguardar las observancias religiosas de sus ciudadanos del peso de lo público. En nuestra propia época, sin embargo, vemos que las sociedades liberal-democráticas tienen sus propias dificultades para resolver el dilema de Antígona (…) Antígona de Sófocles apunta a algo que se ha aceptado de manera generalizada en muchos sitios y épocas: que los dilemas relacionados con la religión y la ley son inusitadamente terribles, pues involucran cuestiones que tocan a la conciencia de una persona o a su búsqueda del sentido y propósito últimos de la vida.[4]
El ser humano es cuerpo y alma, está entre la tierra y el cielo, entre lo profano y lo sagrado, entre lo humano y lo divino, entre el Estado y la Iglesia, entre lo político, lo metafísico y la religión.
Cuando estas esferas se desencuentran reaparece el dilema de Antígona entre la religión y lo político desde lo ético; aparece la pasión por el poder, el dominio y control del hombre sobre otros hombres; surgen los autoritarismos, violencia, represión.
1.2. Thomas Hobbes y el poder eclesiástico
David De Los Reyes en su libro Dios, Estado y religión[5] muestra la concepción moderna de la religión que propone Hobbes al destacar su función política. Tiempos en que los hombres abandonan la mirada hacia lo divino y se vuelven a lo puramente terrenal donde tendrán que resolver sus adversidades por sí mismos, está cuestionada la interpretación establecida por la Iglesia de las Escrituras y la figura de Dios, hay un distanciamiento entre lo político y la religión, el poder del soberano persigue interpretar lo religioso. A pesar del desencuentro entre la esfera secular y la eclesiástica la religión es un aspecto determinante en la conformación del Estado.
La religión cohesiona y estructura el sistema político, es el arma que logra pacíficamente el convencimiento y la obediencia al poder. En manos del soberano la religión le posibilita hacer creer a los súbditos que las decisiones tomadas son para su conveniencia. La religión es un ámbito de poder. Uno de los más peligrosos. Se manifiesta en dos niveles: 1) Las supersticiones; y, 2) Los cultos y creencias que los ciudadanos practican. La religión es un poder cuya finalidad es el control y dominio de los hombres por los hombres. La función política de la religión consiste en convertirse en una religión civil que el Estado impone a los hombres.
En síntesis, para De Los Reyes, Hobbes sostiene que el soberano y su poder representan a Dios en la tierra y la religión junto con el Estado persiguen el mismo fin: crear temor y obediencia en los hombres. El Leviatán como un tratado teológico-político representa lo eclesiástico y lo civil unidos para reprimir espiritualmente a los hombres, dominarlos y lograr su obediencia absoluta al soberano: “…es necesario para todo poder Soberano el control religioso de sus súbditos y el comprender una idea de Dios (…) desde el punto de vista y conveniencia del Estado”[6]
3. Nicaragua: entre lo político y la religión
El Estado ha decidido utilizar su poder represivo para invadir la esfera eclesiástica. Lo político y la religión están enfrentados radicalmente. Esta situación actualiza los dos planteamientos expuestos: Antígona y Thomas Hobbes.
Resurge el dilema de Antígona porque la lucha de lo político contra lo divino tiene efectos directos en los ciudadanos creyentes. Se ven obligados a decidir entre dos opciones tajantes: la vida o la muerte; la vida o la cárcel, tortura, exilio. Mantenerse firmes en su creencia o negarla. La irrupción violenta de esta exigencia existencial hace que se manifieste la angustia y el llamado de la conciencia a la toma de una determinación que implica una acción con sus consecuencias.
Se renueva el pensamiento de Thomas Hobbes expuesto en el Leviatán; obra publicada en 1651. El Estado ataca a la Iglesia por la función política que tiene la religión. Su poder de convencer y dominar a los hombres hacia la obediencia. Y esta capacidad que tiene la religión puede ser utilizada a favor del poder político o en su contra. Ambas instituciones (Estado e Iglesia) se dirigen a intervenir en lo humano.
Es importante tener presente que para las tendencias autoritarias (totalitarismos, comunismos, etc) todo aquello que lo cuestione representa una amenaza, peligro. La religión por su función política encarnada en la Iglesia como un poder real es un enemigo que hay que atacar y aniquilar.
A todo lo anterior hay que agregar otro aspecto que complica aún más la relación entre la política y la religión. La Iglesia también ha sido colonizada por las tendencias autoritarias. Situación que es visible en la promoción y creación de iglesias populares:
…la teología de la liberación ha nacido formalmente en América con motivo de (no en) la Conferencia de Medellín, II reunión general del Episcopado iberoamericano, en agosto de 1968 (…) las influencias decisivas en la teología de la liberación (…) un movimiento (…) que forma parte de un conjunto estratégico en el que se integran (…) otros dos movimientos virtualmente simultáneos de signo marxista (…) Cristianos por el Socialismo (CPS) y comunidades de base-Iglesia Popular (CB/IP)…[7]
[1]Cf https://cnnespanol.cnn.com/2022/08/12/que-esta-pasando-entre-el-gobierno-de-ortega-y-la-iglesia-de-nicaragua-orix/
[2]Cf https://cnnespanol.cnn.com/2022/08/02/tension-norte-nicaragua-cierre-radio-catolica-otras-seis-emisoras-diocesis-orix/
[3]Cf Castoriadis, Cornelius, “Antropogenia en Esquilo y autocreación del hombre en Sófocles”, en Figuras de lo pensable. Las encrucijadas del laberinto VI, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1a ed., 2001, p. 25.
[4]Cf Nussbaum, Martha, Libertad de conciencia. Contra los fanatismos. Barcelona, Tusquets, 2009, pp. 123-125.
[5]Cf De Los Reyes, David. Dios, Estado y religión. Una aproximación a la filosofía de Tomas Hobbes. Caracas, Comala.com, Primera Edición, 2002.
[6]Ibid., p. 196.
[7]Cf De La Cierva, Ricardo. Jesuitas, Iglesia y marxismo 1965-1985. La teología de la liberación desenmascarada. Barcelona, Plaza&Janes Editores, S.A., Primera Edición, 1986, pp. 21 y 22.