La universidad autónoma venezolana

¿Víctima de un Holodomor institucional?

Tulio Ramírez

Sociólogo UCV. Doctor en Educación UCAB. Director del Decorado en Educación UCAB

El termino Holodomor hace referencia a la hambruna que devastó buena parte del territorio de la República Socialista Soviética. UcraniaKubánUcrania Amarilla y otras regiones de la URSS, vieron reducidas drásticamente su población durante los años 1932-1933, cuando se llevaba adelante y de manera forzada, el proceso de colectivización de la tierra.

Durante esos años murieron de hambre entre 1,5 y 2 millones de personas. Fue un pico exagerado de crecimiento de la tasa de fallecidos  con respecto a los años anteriores. De hecho para 1934 la tasa de fallecimientos descendió en un 20% a 30% con respecto a los años de la hambruna.

Existen varias interpretaciones sobre este hecho que no ha dejado de conmocionar al mundo desde entonces. Una versión atribuye a Josef Stalin el diseño y aplicación de esta estrategia de exterminio a través de una hambruna artificial y premeditada con el fin de eliminar el surgimiento de movimientos nacionalistas que se negaban a aceptar la rusificación de Ucrania y el cumplimiento de altas cuotas de cereales para abastecer a las Repúblicas Soviéticas.

Otra interpretación atribuye esa hambruna, que redujo la población ucraniana de 915.000 en 1926 a 150.000 en 1939, a la colectivización forzada  llevada a cabo sin criterios técnicos, por los burócratas soviéticos. Esto hizo disminuir la producción de la base alimentaria de la población por la expropiación de los productos agrícolas. Según esta tesis se produjo la desmotivación de los campesinos y la huida o encarcelamiento de los Kuláks o pequeños propietarios, quienes eran los principales productores agrícolas en el país.

En todo caso, sea producto de una acción política intencionada o producto de la torpeza económica que supuso la colectivización forzada de la tierra, la muerte por falta de alimentos, de millones de personas, es un hecho que retumba en la conciencia y difícilmente podrá ser justificado por las narrativas presentes y futuras.

Este breve reflexión se hace a propósito de lo que está actualmente pasando en el sector universitario venezolano. Mutatis, mutandi, se podría hacer una analogía con la tragedia ucraniana antes contada.

Las universidades autónomas venezolanas han sido víctimas de una política de estrangulamiento presupuestario y asedio judicial durante buena parte del período chavista. Luego de un breve espacio de relaciones cordiales y de cooperación entre el recién electo Presidente Hugo Chávez y las universidades nacionales autónomas, se desarrolló una relación tensa con estas casas de estudio por las constantes críticas a las políticas gubernamentales.

Ante la imposibilidad de lograr el control de estas universidades por la vía electoral e inclusive por la violenta, el gobierno de Chávez se decide por la opción del estrangulamiento presupuestario y el cerco judicial para evitar la renovación de las autoridades universitarias, y así crear un ambiente de ingobernabilidad y deslegitimación de las mismas ante sus comunidades. Esta política ha sido continuada por el gobierno de Nicolás Maduro.

El debilitamiento de las universidades autónomas, negando los recursos necesarios para el desarrollo de sus actividades, comienza a partir del año 2007 cuando el gobierno de Chávez decide reconducir el presupuesto que les corresponde para su normal funcionamiento. La reconducción supone asignar los mismos montos financieros que el año anterior, obviando los altos índices de inflación que ya comenzaban a asomarse en Venezuela.

Esta reconducción se repitió año tras año, agravándose sus consecuencias cuando el país entra en una vorágine hiperinflacionaria que pulverizó el valor del bolívar frente al dólar. A pesar de que las autoridades universitarias solicitaban reiteradamente, créditos adicionales para hacer frente a los compromisos institucionales, nunca fueron suficientes para evitar el deterioro progresivo de estas instituciones.

No falta quien señale que más que una política intencionada de destrucción de estas casa del saber, el deterioro ha sido producto de una ineficiente e ideologizada administración gubernamental que, sin criterios técnicos, ha conducido la política universitaria.

Lo cierto es que después de 15 años, nos encontramos frente a una catástrofe institucional difícil de reconstruir a corto o mediano plazo, aun cambiando el modelo político que las impuso.

Nuestras universidades nacionales que sirvieron de modelo de productividad académica en América Latina, hoy se encuentran sin laboratorios funcionales, con tecnología obsoleta, sin actualización de sus bibliotecas, sin acceso a las bases de datos por falta de pago, sin transporte, becas ni comedor para la comunidad universitaria, con profesores que mueren de mengua por recibir los sueldos más ridículamente bajos de la región, sin protección social para docentes y estudiantes y empleados. Todo ello  sin contar la amenaza permanente de intervención desconociendo la autonomía constitucionalmente reconocida.

Sea como consecuencia de una política alevosamente diseñada o sea producto de una torpeza inconmensurable en el manejo de la política universitaria, lo cierto es que nuestras universidades autónomas están sufriendo una suerte de Holodomor institucional que ha traído consigo que cada vez haya menos estudiantes, menos profesores y menos contribuciones de la universidad al desarrollo del país.

Solo por mencionar algunas cifras sobre el área de investigación, la universidad autónoma venezolana, que generaba el 80% de los artículos científicos en el país y mantenía a la nación, desde 1996, como el quinto país en América Latina y El Caribe productor de artículos científicos, solo por  debajo de Brasil, México, Argentina y Chile; bajó, para 2021, al décimo lugar por debajo, no solo de los países ya mencionados, sino también de Colombia, Uruguay, Cuba y Ecuador. Para 1996 Venezuela aportaba el 4,8% de la totalidad de los papers producidos en la región, para 2022, aporta apenas el 0,7%  y sigue en descenso.

Otra consecuencia de esa política de acorralamiento de la universidad autónoma, es la diáspora de profesores universitarios en los cuales la nación invirtió una cantidad enorme de recursos para su formación. Este talento ha decidido emigrar del país en busca de un mejor futuro.

Salarios que no permiten adquirir ni siquiera menos de la cuarta parte de la Canasta Alimentaria Familiar y menos de un décimo de la Canasta Básica, sumado al deterioro progresivo del sistema de seguridad social del profesorado han hecho de la carrera académica en la universidad un sinsentido laboral que hace imposible mantener en sus cátedras a investigadores y docentes.

Hoy día, caminar por el campus de alguna de las universidades autónomas, otrora espacio de cultura, intercambio, discusión libre, ciencia, pensamiento humanista y tolerancia, es transitar por un área desolada, derruido y arrasado por la desidia gubernamental y la impotencia de una comunidad  de profesores, estudiantes y empleados que como el resto de los venezolanos, lucha por sobrevivir al Holodomor que pretende acabar con la universidad autónoma y democrática.