John Magdaleno G.
En los últimos años ha adquirido importancia en Venezuela el debate acerca de cómo promover una redemocratización. Se trata de una materia compleja en razón de la incertidumbre y el carácter multifactorial de todo proceso de transición a la democracia y de las peculiaridades del contexto venezolano. Por ello, le he propuesto privada y públicamente al liderazgo social y político del país, de los más variados sectores, emprender el estudio sistemático de los episodios exitosos y fallidos de transición a la democracia, pues, en mi modesta opinión, es mucho lo que se puede aprender de ellos, más allá de los elementos contextuales que, obviamente, caracterizan a cada caso.
Este breve y modesto artículo se propone presentar algunos datos provenientes de la investigación empírica sobre la materia, con la expresa finalidad de provocar la curiosidad intelectual de los lectores para que, por su cuenta, puedan profundizar. No deja ser un contrasentido que algunos de los factores que intentan promover una transición a la democracia en Venezuela tengan nulo o poco interés en aproximarse a lo que la investigación científica sobre la materia tiene que decir, aunque, por fortuna, sean pocos. Si de veras se desea facilitar una redemocratización en Venezuela, es necesario desarrollar inteligencia estratégica colectiva y esto pasa por mejorar nuestra comprensión sobre tales procesos.
¿Tiene sentido estudiar las transiciones a la democracia de otras latitudes?
La pregunta no es retórica. Se la han formulado varios académicos, analistas y opinadores. En este sentido, mi respuesta es afirmativa: tiene mucho sentido hacerlo por varias razones. En primer lugar, porque permite identificar las similitudes y diferencias entre los distintos casos examinados, las dos tareas típicamente asociadas a cualquier esfuerzo serio de comparación en ciencias sociales. En segundo lugar, porque ayuda a comprender los desafíos, obstáculos y hasta dilemas estratégicos que enfrentan las fuerzas que presionan en la dirección de una democratización, sobre lo cual no dejan de sorprender las regularidades halladas al examinar un mayor número de casos[1]. En tercer lugar, porque permite tener una visión panorámica del repertorio de opciones estratégicas disponibles y su variabilidad a lo largo del tiempo en los distintos contextos sociales analizados, sobre todo -una vez más- cuando se toma en consideración un elevado número de transiciones. Finalmente, en cuarto lugar, porque permite detectar la peculiar configuración multidimensional y hasta el específico encadenamiento de variables que produjo la transición, cuya descomposición analítica ofrece pistas o señales para otros casos.
Pero si, lejos de buscar comprender la intrincada trama asociada a cada proceso de transición a la democracia, lo que se pretende es pronosticar el destino futuro de Venezuela, la modalidad específica por la cual la transición podría tener lugar o, peor aún, “adivinar” en qué momento esto sería factible, todo esfuerzo resultará infructuoso. Quizás a ello se deba que algunos pocos actores políticos y sociales se nieguen a emprender un esfuerzo intelectual como el sugerido: no entienden su formidable utilidad política.
¿Qué es una transición a la democracia?: el ABC
Como lo propusieron O’Donnell y Schmitter (2013) hace 35 años, una transición es “el intervalo que se extiende entre un régimen político y otro”. Es el conjunto de procesos y dinámicas que, en el caso específico de una transición a la democracia, está comprendido entre el inicio del proceso de disolución del régimen autoritario y el establecimiento de alguna forma de democracia. Se trata de un proceso altamente contextual e indeterminado en el sentido de que, primero, es el resultado de un peculiar conjunto de factores o variables de contexto; segundo, no puede saberse de antemano y a ciencia cierta cuáles son y cómo operan las variables disparadoras (los triggers) que terminarán estimulando el inicio de la transición, y; tercero, aun cuando se produzca el inicio de una transición, no puede advertirse confiablemente cuál será su resultado final, como tampoco se puede establecer de modo determinista ni el rol que jugarán los actores antes en disputa ni la eventual perdurabilidad del nuevo régimen democrático cuando este ha nacido.
Tomando en cuenta que la transición a la democracia es un proceso, no un evento o un acontecimiento, es importante identificar las distintas etapas existentes antes, durante y después de su inicio, estabilización y posterior consolidación; etapas que en la mayoría de los casos no sobrevienen linealmente. Sabemos, gracias a Dankwart Rustow (1970), que a lo largo de una transición intervienen distintos tipos de variables, por lo que conviene distinguir entre las explicaciones genéticas -asociadas al inicio de la transición- y las funcionales -relacionadas con el desempeño del sistema una vez instalado.
Si se parte de un régimen autoritario hegemónico y se desea detallar al máximo el recorrido, tendríamos que enumerar no menos de ocho etapas o pasos:
- Pérdida de respaldo popular del régimen autoritario: como se sabe, no son pocos los casos de regímenes autoritarios que gozan, hasta cierto punto, de una importante base de apoyo social y político, y en ocasiones hasta de una mayoría, así sea circunstancial.
- Debilitamiento de la cohesión interna de la coalición dominante: lo que comprende crecientes problemas de articulación estratégica, la separación entre agendas de intereses y, en general, el debilitamiento de los compromisos adquiridos por factores de poder.
- Crisis de legitimidad del régimen autoritario: particularmente la que seproducedentro de los factores de poder que lo han respaldado, cuyos efectos son más notables sobre el régimen.
- Liberalización política: el inicio de la transición a la democracia, tan pronto se empiezan a restituir diversas libertades civiles antes violadas.
- Democratización: instalación de garantías y procedimientos institucionales que permiten el ejercicio de un conjunto amplio de libertades civiles y derechos políticos, que tiene como conquista ulterior la celebración de elecciones libres y competitivas, lo que representa el fin de la transición a la democracia (las llamadas elecciones fundacionales). Pero esto último no equivale a decir que todo está resuelto: aún hay tres etapas adicionales que recorrer si se desea aumentar la probabilidad de que ese régimen perdure en el tiempo[2].
- Socialización democrática: el proceso por intermedio del cual los ciudadanos se habitúan a ejercitar libertades y derechos, así como a internalizar los valores y prácticas de la democracia.
- Estabilización de la democracia: lo que tiene lugar tras superar las amenazas que le plantean tanto los enclaves autoritarios, es decir, los remanentes institucionales del anterior régimen y eventualmente los nuevos actores antisistema.
- Consolidación de la democracia: cuando las reglas del juego democrático, con las que se seleccionan las autoridades y se toman las decisiones colectivamente vinculantes, se convierten en -como dirían Linz y Stepan (1996)- the only game in town, esto es, cuando ningún actor (institucional o individual) busca disputar o subvertir tales reglas.
El maestro Juan Linz (1990: 10) insistía, con razón, en que era necesario distinguir entre la inestabilidad y eventual disolución de un régimen no democrático, por un lado, y el inicio de una transición a la democracia, por otro. En sus propias palabras:
El colapso de un régimen autoritario puede o no puede crear las condiciones para el triunfo de la democracia política. No es infrecuente que la crisis de un gobierno o régimen autoritario lleve a su sustitución por otro régimen similar, y muchos países han experimentado sucesivos golpes de estado, a veces de orientación ideológica diferente y, en otros casos, el colapso de este tipo de régimen ha llevado a alternativas autoritarias revolucionarias. La inestabilidad del régimen no democrático, por tanto, no conlleva necesariamente el establecimiento de la democracia, a menos que intervengan otros factores (las negritas son nuestras)
La investigación empírica más reciente: la base de datos
Un working paper relativamente reciente (Wilson, Morgan, Medzihorsky, Maxwell, Maerz, Lührmann, Lindenfors, Edgell, Boese y Lindberg: 2020) dio cuenta del número aproximado de episodios de transición a la democracia que han tenido lugar entre 1900 y 2018. Según la investigación, en tal período se produjeron 337 casos en 155 países, de los cuales 146 han resultado episodios exitosos (en 110 países) y 182 han sido fallidos (en 91 países). Los 9 casos restantes, que estaban en marcha hasta 2018, experimentaron estancamientos o ligeros retrocesos que dificultan su clasificación, por lo que han sido denominados tentativamente como episodios censurados.
La gran mayoría de los casos se enmarcan en las tres olas de democratización de las que habló Samuel Huntington (1994), cuya periodización ha sido recogida y en gran medida ratificada por la investigación empírica más reciente. Como no todas las transiciones se produjeron dentro de las olas de democratización, podemos advertir en qué períodos hicieron aparición las restantes: en las contraolas autoritarias, como las denominó Huntington, más recientemente resignificadas por Lührmann y Lindberg (2019) como olas de autocratización. No obstante, como ha observado Larry Diamond, de los 20 procesos de transición iniciados en el siglo XXI -que ha marcado el fin de la tercera ola de democratización y el inicio, entre los años 2010 y 2012, de la tercera ola de autocratización-, 18 han resultado episodios fallidos[3].
Sobre la base de estos y otros hallazgos que desde hace 35 años se vienen generando, un grupo de académicos venezolanos emprendimos una investigación preliminar que ha llegado a analizar 102 episodios exitosos de transición a la democracia[4]. Nuestro interés se ha centrado en el examen de los procesos que tuvieron lugar a partir de la segunda ola de democratización, que como se sabe se produjo desde finales de la Segunda Guerra Mundial. Esto equivale a decir que de los 146 episodios exitosos contabilizados por el Instituto V-Dem, deberíamos descontar los que corresponden a la primera ola de democratización (26 casos), comprendidos, en la opinión de Huntington, entre 1828 y 1926. Tal operación conduce a tener como referencia 120 casos, dentro de los cuales la gran mayoría corresponde a la tercera ola, que se inició con la Revolución de los Claveles en Portugal.
En tres trabajos consecutivos recientemente publicados[5], que no es el caso reproducir aquí, se han presentado los resultados del examen de los 102 casos antes aludidos, esto es, la gran mayoría de los 120 episodios exitosos de democratización encontrados por el Instituto V-Dem. Al estudiar muchos casos de transiciones a la democracia queda claro que los factores estructurales no son determinantes; que las llamadas variables de agencia (las interacciones entre múltiples actores institucionales e individuales) tienen un importante rol en el proceso; que en un buen número de casos se encuentra la presencia de ciertos encadenamientos de variables relativamente similares; que en la mayoría de los episodios exitosos los factores domésticos fueron los auténticos triggers del inicio del proceso; que los factores externos suelen operar como variables complementarias en la mayoría de los casos exitosos de transición a la democracia y que pueden hacerlo con mayor eficacia allí donde ya está presente un encadenamiento de variables, primordialmente doméstico, que le plantea serias amenazas al régimen no democrático de que se trataba, etc.
Por todo ello, valdría la pena que los actores y sectores genuinamente interesados en una redemocratización en Venezuela se pasearan por estos trabajos, incluyendo, desde luego, los que hemos tenido oportunidad de citar aquí. No es, ciertamente, una lista exhaustiva, pero sería un buen punto de partida.
Referencias
Diamond, L. (comunicación personal, octubre, 16, 2020).
Huntington, S. (1994) La Tercera Ola. La democratización a finales del siglo XX. Barcelona: Editorial Paidós.
Linz. J.: (1990). “Transiciones a la democracia” en Revista Española de Estudios Sociológicos (REIS) [en línea]. Madrid: (51), 7-33. https://www.reis.cis.es/REIS/jsp/REIS.jsp?opcion=revistas&numero=51
Linz, J. y Stepan, A. (1996). Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Postcommunist Europe. Baltimore: The Johns Hopkins University Press.
Lührmann, A. y Lindberg, S. (2019). “A third wave of autocratization is here: what is new about it?” Democratization [en línea]. https://doi.org/10.1080/13510347.2019.1582029
Magdaleno, J.: (2020). “Una breve introducción a las transiciones hacia la democracia: lecciones tentativas de ciento dos casos de transiciones a la democracia en el mundo” en Democracia y Libre Empresa. Caracas: Fedecámaras.
Magdaleno, J. (2020).: “¿Por qué no se ha producido una transición a la democracia en Venezuela?: Diez mitos sobre las transiciones a la democracia” en Venezuela en la Encrucijada. Radiografía de un Colapso. Caracas:Coedición Konrad Adenauer/UCAB/IESA.
Magdaleno, J. (2021).: “La importancia de los militares en las transiciones a la democracia” en Sanmiguel, R. (Editora). El peso de los militares en las negociaciones y transiciones democráticas.Control Ciudadano [en línea]. https://www.controlciudadano.org/
O’Donnell, G. y Schmitter, P.(2013). Transitions from Authoritarian Rule. Tentative Conclusions about Uncertain Democracies. (2ᵃ. ed.)Baltimore:The Johns Hopkins University Press.
Przeworski, A. y Teune, H. (1970).The Logic of Comparative Social Inquiry. Estados Unidos:John Wiley and Sons.
Przeworski, A. (1987):“Methods of cross-national research, 1970-83: an overview”. En M. Dierkes y otros (Editores). Comparative Political Research: Learning from Experience.Aldershot: Grover.
Rustow, D. (1970).: “Transitions to Democracy: Toward a Dynamic Model” en Comparative Politics[en línea]. Estados Unidos: 2, (3), 337-363. https://www.jstor.org/stable/421307
Wilson, M. et al. (2020): “Successful and Failed Episodes of Democratization: Conceptualization, Identification, and Description”. Working Paper 97. Suecia:The Varieties of Democracy Institute. University of Gothenburg.
[1] El estudio de cinco o 10 casos, siguiendo el enfoque de los sistemas más similares, impide formular generalizaciones de gran alcance. A diferencia de esta aproximación teórico-metodológica, el enfoque que hemos privilegiado en nuestra propia investigación ha sido el de los sistemas más diferentes. Al respecto, puede consultarse: a) Adam Przeworski y Henry Teune en The Logic of Comparative SocialInquiry, 1970, y; b) Adam Przeworski: “Methods of cross-national research, 1970-83: an overview”en M. Dierkes y otros (Editors). Comparative Political Research: Learning from Experience, 1987.
[2] Ya sabemos que las democracias que se desconsolidan están más expuestas a las amenazas que plantean los períodos de inestabilidad económica, política y/o social. La desconsolidación, desde luego, suele ser el resultado de dificultades sistémicas que afectan el respaldo de algunos actores leales o semileales a las reglas de juego o, peor aún, que comprometen aún más a los actores desleales con el objetivo de subvertir o derrocar el régimen.
[3] Intuimos que el caso de Myanmar, que en fecha relativamente reciente experimentó una reversión autoritaria, no estaba incluido en la contabilidad de Larry Diamond. Los datos fueron suministrados por el mismo Diamond en una correspondencia privada, en el marco de un intercambio que quien escribe este artículo pudo sostener vía e-mail a finales del año pasado.
[4] En esta investigación he estado asistido en todo momento por el politólogo venezolano Octavio Sanz.
[5] A saber: a) John Magdaleno G. (2020): “Una breve introducción a las transiciones hacia la democracia: lecciones tentativas de ciento dos casos de transiciones a la democracia en el mundo”; b) John Magdaleno G. (2020): “¿Por qué no se ha producido una transición a la democracia en Venezuela?: Diez mitos sobre las transiciones a la democracia”, y; c) John Magdaleno G. (2021): “La importancia de los militares en las transiciones a la democracia”.