La asonada del 4 de febrero de 1992 debió ser un grito de alarma acerca de la institucionalidad de la democracia en Venezuela; una democracia donde el Poder Judicial, el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo se unía en uno solo y nadie respetaba la institucionalidad y mucho menos la Constitución. Entonces se debió resolver la situación.
Las causas y consecuencias se unen en el significado de la rebelión militar del 4 de febrero. Hoy, ante la destrucción de la nación enlazamos las consecuencias pero obviamos las fallas profundas de la democracia que logró que esa rebelión fuese apoyada por el 75 % de la población de entonces.
La pregunta que hago es ¿los profesionales de la política han discutido y entendido porqué una rebelión militar presentada por un desconocido fue aprobada por la mayoría de la población que tenía treinta y cuatro años viviendo bajo un sistema democrático?
Un desconocido militar de imagen poco atractiva, se presenta rendido en una transmisión en cadena ordenada por el gobierno; su intervención dura menos de un minuto, el párrafo central consta de siete oraciones y 64 palabras y convence a la mayoría de la población. Personas comunes y corrientes hacen colas para visitarlo en las prisiones donde fue alojado… a la dirección política no se les ocurrió pensar ¿por qué ocurría esto y/o resolver la falla? ¿Dónde estaban los militantes de los partidos que no salieron a las calles a defender sus agrupaciones y a sus dirigentes?
El domingo 29 de marzo de 1992, el entonces embajador, doctor Diego Arria, presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas declaraba a El Universal que las instituciones políticas han perdido legitimidad en Venezuela. Aclaraba su afirmación: “Lo que es bueno para los partidos no tiene por qué ser obligatoriamente bueno para el país”. Y, añadió “Sólo una democracia participativa y abierta, con nuevos líderes, nos daría estabilidad”
Aún hoy…¿saben por qué una rebelión militar derrotada se convirtió en una acción política triunfante?