Separando la paja del trigo

Exploración sobre regímenes políticos en América Latina

Leonardo Vivas

Sociólogo, UCV. Master en Estudios del Desarrollo, Universidad de Sussex, Inglaterra. Doctorado en Economía y Finanzas Internacionales, Universidad  Nanterre, Paris, Francia. Carr Center for Human Rights, Escuela Kennedy, Harvard. Profesor en Northeastern University, Universidad Mass-Lowell y Emerson College.

Este artículo hace una exploración inicial sobre las dificultades del orden político en América Latina. Para ello se examinan los tres tipos de régimen político que predominan en el mundo contemporáneo y más especialmente en las Américas: democracia más o menos liberal, autoritarismo duro y populismo. Aunque las líneas divisorias entre los tres son más tenues que en el siglo XX, hay diferencias sustanciales entre ellos que afectan tanto la gobernabilidad como la estabilidad.

Democracias (más o menos) liberales

En las Américas sólo tres naciones han contado con democracias liberales claras a partir de fines de los años 50 del siglo pasado: EEUU, Canadá y Costa Rica, mientras Colombia ha tenido altibajos en su sistema más o menos liberal, con fuertes carencias en la defensa de derechos humanos básicos. De resto, países como Uruguay, Chile y Venezuela, que contaron con democracias relativamente estables durante el siglo XX, las vieron interrumpidas, los dos primeros durante la segunda mitad del siglo y Venezuela en algún momento de este siglo. Tras largas dictaduras durante el siglo XX, Argentina ha logrado un sistema más o menos liberal a partir de 1983, a pesar de un recomienzo turbulento, otro episodio de inestabilidad entre 2001 y 2003, cuando tres presidentes pasaron por la Casa Rosada y dos momentos populistas (con Menem y Néstor Kirchner). A fines de los años 90 la situación en Ecuador fue similar pues varios presidentes vieron sus términos constitucionales cortados por la movilización social y política, el sistema tornándose populista bajo Correa. Cabe entonces preguntarse, ¿de dónde proviene esa dificultad para construir un orden político relativamente estable?

Hay razones históricas en cada caso (que no vamos a considerar), pero en el siglo XXI una de las principales dificultades ha sido mantener reglas de sucesión presidencial estables en el tiempo, a pesar de que precisamente la regla de oro de la democracia consiste en garantizar la alternabilidad electoral. Luego de décadas de turbulencias (especialmente militares) en el siglo XX y tras infructuosos intentos por democratizar, en 1985 se inició en la República Dominicana la llamada Tercera Ola de Democratización[1] en la región que condujo al establecimiento de democracias en casi todos los países, con excepción de Cuba.

El ejercicio democrático de los países ha tenido matices. A la vanguardia estuvieron Costa Rica, Uruguay y Chile. El primero mantuvo un firme curso democrático desde 1948. Los otros dos países venían de sufrir terribles dictaduras y han logrado estabilidad a partir de entonces, garantizando la alternabilidad de las fuerzas políticas de signo contrario. Venezuela vivió 40 años de democracia desde 1958 y lucía como una de las naciones más proclives a su ejercicio, pero en 1999 dio un giro abrupto tras la elección de Hugo Chávez. A partir de ese momento se inició la lenta ruptura del régimen democrático, derivando en la actualidad, luego del fallecimiento de Chávez, hacia una dictadura abierta. Una de las tendencias inauguradas por la Revolución Bolivariana, seguida por numerosos países, fue la instauración de la reelección indefinida, con lo cual se echó por la borda la alternabilidad porque al fortalecimiento extremo del poder ejecutivo—potenciado por la reelección—se unieron el debilitamiento de los sistemas de justicia y el parlamento, el quiebre de la libertad de prensa e impunidad frente a la represión, la corrupción y la violación de los derechos de las minorías.

A partir de los años 90 y durante la primera década y media de este siglo el crecimiento sostenido de la economía mundial llevó al aumento de la demanda de productos primarios (minería, agricultura y energía) donde la competitividad de América Latina es elevada. A partir de 2015, sin embargo, la demanda de tales productos disminuyó sensiblemente, con la consiguiente caída en los precios y en la relativa bonanza de la región. Esto ha contribuido a crear desequilibrios económicos en varios de los países, contribuyendo a descalabros electorales. Ni qué decir del impacto que ha tenido la pandemia mundial desde el año 2020, trastocando los mecanismos habituales de relación entre mandatarios electos y una población descreída y desencajada, lo que ha movido el péndulo bruscamente o hacia la izquierda o hacia la derecha.

Otro aspecto ha sido la “revolución de las expectativas.” Frente a importantes mejoras en las condiciones de vida de la población, aunado a libertades básicas como el derecho a reunión y a la protesta, gruesos sectores de varios países—especialmente las clases medias—se echaran a la calle para protestar o bien porque las mejoras no eran suficientes o en rechazo a la corrupción.[2] Los ejemplos más notorios fueron Brasil y Chile, precisamente los países que más crecieron en el período y donde la insatisfacción se hizo masiva en algún momento en la segunda década de este siglo. Pero también han ocurrido más recientemente en Ecuador y en Haití, cada uno por razones específicas.

Varias versiones dan cuenta de esa inestabilidad sostenida. En el siglo pasado Huntington argüía que ello se debía a la difícil correspondencia entre la modernización relativamente acelerada (principalmente económica y social) por la que pasaban los países y el desarrollo político.[3] Si bien puede haber sido cierto durante buena parte del siglo XX,[4] para finales de siglo y durante el presente bastante agua ha pasado bajo el puente y los elementos que justificaban ese juicio han variado, especialmente en la relativa maduración institucional una vez ocurrida la transición a la democracia.

Una visión más contemporánea, la de Pérez Liñán y Mainwaring[5], sostiene que el nivel de desarrollo económico a mediano plazo no ha tenido un impacto directo en las probabilidades de supervivencia democrática en América Latina; de la misma manera, el desempeño económico de corto plazo tampoco ha afectado la supervivencia de regímenes competitivos, como lo demuestra Argentina hasta la saciedad. En cambio, plantean, es necesario centrarse en el entorno político regional, en las preferencias normativas de los actores políticos sobre la democracia y en su moderación o radicalismo político. Conforme a estos autores las democracias tienen mayores probabilidades de sobrevivir cuando los actores políticos poseen fuertes preferencias normativas por este tipo de régimen y cuando muestran moderación en sus opciones de política. La evidencia empírica también muestra que los regímenes democráticos son menos vulnerables a los quiebres cuando el entorno político regional contribuye a la proliferación de valores democráticos.

Autoritarismo duro

En la actualidad el número de dictaduras duras en América Latina se puede contar con los dedos de una mano (Cuba, Nicaragua y Venezuela). Además, su naturaleza ha variado, si las comparamos con sus equivalentes durante el siglo XX, cuando fueron el sistema prevaleciente. Una diferencia sustancial, que ha llevado a confusiones en su caracterización es que el papel de las fuerzas armadas no es directo como sí lo fue durante buena parte del siglo pasado. Tampoco se presentan tiranías clásicas donde dominaba un dictador o su familia durante largo tiempo. Alguien pudiera argumentar que el régimen de Ortega en Nicaragua marcha en esa dirección, pero es temprano para concluir en tal sentido.

Una tendencia actual es estudiar el autoritarismo en sus distintas formas bajo la denominación de autocratización (horrendo nombre, pero valga el anglicismo).[6] Dos temas predominan en su estudio: por una parte, el cese de la democracia no ocurre de manera abrupta, como solía hacerlo durante el siglo XX o antes, por medio de golpes militares o revoluciones; en la actualidad los regímenes democráticos son erosionados por obra de gobernantes electos por el voto popular.[7] Por otra parte, no hay un total consenso en cuanto a la intensidad de la autocratización en curso, pues algunos arguyen que es similar a lo ocurrido en el siglo XX mientras otros plantean que los avances democráticos en el mundo todavía se mantienen. Las autocracias regionales, empezando por Cuba, han mostrado una importante estabilidad, a pesar de recurrentes o nuevas protestas.[8] En Venezuela el régimen de Maduro también ha mostrado una gran resiliencia, a pesar del colapso económico y el reciente aislamiento internacional. La autocratización también ocurre tanto de la mano de gobiernos de derecha como de izquierda. A diferencia del siglo pasado, en el presente predominan los segundos.

Populismo

El populismo tiene una larga historia en América Latina, asociado a los caudillos en los siglos XIX y XX y su nueva emergencia en el siglo XXI. Todavía cabe recordar la famosa frase acuñada por el populista ecuatoriano José María Velasco Ibarra: “dadme un balcón y seré presidente”, quien gobernó cinco veces su país y fue depuesto igual número de veces. Una nueva camada de caudillos populistas tomó la escena en este siglo, desde la izquierda o la derecha, no sólo en las Americas sino en buena parte del mundo. Asociado con la autocratización, no es idéntico a ella pues puede ser revertido, como lo muestra Ecuador luego de la salida de Correa del poder, Evo Morales en Bolivia y los Kirchner en Argentina, o avanzar hacia dictaduras, como en Venezuela.  

Siguiendo a Pierre Rosanvallon[9], hay aspectos centrales para entender el populismo, a saber:

El papel del líder. Aunque han surgido movimientos, como en el caso de los chalecos amarillos en Francia, que evaden la representación de un solo líder, en la mayoría de los casos el populismo se expresa en torno a un líder carismático. Ese fue el caso de Perón en Argentina y Getulio Vargas en Brasil en el siglo XX y más recientemente el caso de Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia, a la izquierda del abanico político. Con anterioridad ocurrió el caso de Fujimori en Perú, inclinado a la derecha, y más recientemente Bolsonaro en Brasil y Bukele en El Salvador, fuertemente derechistas. Un caso de populismo moderado es el del actual presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.

Polarización entre amigos y enemigos. Un elemento esencial que articula la dinámica política que ocurre en el populismo es la división extrema por parte del líder y el resto de la nación que lo adversa, entre el pueblo y sus enemigos, el pueblo y la oligarquía, o el pueblo y aquellos contrarios al nuevo orden.

Un régimen de pasiones y emociones. Típico de la era que vivimos, donde los anclajes racionales e institucionales de la política se han debilitado, predomina en el populismo, en su retórica y argumentos básicos, el manejo de las emociones por encima de la racionalidad. Por ello, el tema de las políticas que siguen tales regímenes se desdibuja frente a la movilización simbólica permanente.

La economía siempre es política. Aunque en ocasiones se ha abusado del término en su aplicación a la economía, utilizándolo para denostar de estrategias económicas específicas, en el populismo las acciones económicas suelen estar destinadas a atacar a los contrincantes del líder en el poder o a fortalecer la identificación de sus seguidores como el pueblo verdadero.

El populismo es muy difícil de combatir pues construye su legitimidad en el hecho de ser una variante de la democracia, no una distorsión de ella, como se lo ha calificado muchas veces.

¿Quo Vadis?

De los tres el populismo es el más fluido, pues puede conducir a algunos de los otros dos sistemas cuando sus claves principales se debilitan—muerte o salida del escenario del líder, debilitamiento de las coaliciones que lo hicieron posible o cruzando límites constitucionales extremos. En la región ha conducido a la vuelta a democracias de mayor talante liberal (Argentina, Ecuador, Perú) o al establecimiento de regímenes francamente autocráticos (Venezuela, El Salvador?).

Hace falta mayor investigación empírica comparativa entre los tres sistemas y su evolución reciente en la región, especialmente las dificultades que afrontan las democracias para garantizar una mínima estabilidad en el mediano plazo. La gran ventaja pareciera estribar en que, a pesar de las rupturas bien hacia el populismo o hacia la autocracia, prevalece en la región una preferencia sistémica hacia la democracia que es capaz de sobrellevar la extrema inestabilidad económica que ha sufrido Argentina por décadas, la extrema fragmentación política de Perú, o la sobrevivencia frente a la corrupción, como es el caso de varias naciones centroamericanas. De igual modo y a pesar de la debilidad en que se encuentra el sistema interamericano, especialmente la OEA, la democracia sigue siendo el sistema predominante en la región, a pesar de las diferencias nacionales sobre cómo hacerla posible.


[1] Huntington, Samuel (2002) La Tercera Ola: La democratización a finales del siglo XX. Paidos, Barcelona

[2] Vivas, Leonardo (2019), “What is Driving the Protests in Latin America?”, Fair Observer https://www.fairobserver.com/region/latin_america/protests-bolivia-chile-ecuador-haiti-latin-america-news-88716/

[3] Huntington, Samuel (1968), El orden político en las sociedades en cambio, https://www.planetadelibros.com/libros_contenido_extra/28/27880_El%20orden%20politico%20en%20las%20sociedades.pdf

[4] Aunque en menor grado durante la Guerra Fría, cuando el intervencionismo de EEUU dificultó o francamente contrarió el desarrollo democrático.

[5] Pérez-Liñán, A., & Mainwaring, S. (2015). La supervivencia de la democracia en América Latina (1945-2005). América Latina Hoy68, 139-168. https://doi.org/10.14201/alh201468139168

[6] Lührmann, A., & Lindberg, S.I., (2018) A third wave of autocratization is here: what is new about it? Democratization, 26:7, 1095-1113, DOI: 10.1080/13510347.2019.1582029

https://doi.org/10.1080/13510347.2019.1582029

[7] Lührmann, A., & Lindberg, S.I., Ibid

[8] Vivas, Leonardo (2021) “After Recent Protests, Cuba Will Not Be the Same” Fair Observer. https://www.fairobserver.com/region/latin_america/leonardo-vivas-cuba-protests-economic-crisis-social-change-us-venezuela-russia-relations-news-12651/

[9] Rosanvallon, Pierre (2020), El siglo del populismo. Manantial, Buenos Aires