Roberto Casanova. Economista de la UCV, con estudios de Maestría en Historia de las Américas en la UCAB. Profesor en la UNIMET. Ha publicado Un sueño para Venezuela (en coautoría) (2020); Libertad, emprendimiento y solidaridad: 10 lecciones sobre economía social de mercado (2016); Bifurcación: Libertad o neocomunismo (2011).
Es frecuente que la economía social de mercado sea vista solo como un conjunto de propuestas de ordenamiento económico y social o, incluso, como una «receta» que, con algunas adaptaciones, podría ser implementada en diversas realidades nacionales. Ello, sin embargo, no refleja el alcance y significación del pensamiento que sustenta a la economía social de mercado. Esta última es, fundamentalmente, la expresión de un conjunto de ideas más amplio y profundo, es decir, de una doctrina económica y política. Tal doctrina es, a mi juicio, el llamado ordoliberalismo o, como prefiero llamarlo, liberalismo solidario.
Ser humano es ser sujeto cognoscente, sujeto moral y sujeto político. Por ello, una doctrina económica y política puede ser una eficaz «caja de herramientas», pues en ella se integran componentes teóricos, morales y políticos. Una doctrina nos permite, por una parte, sistematizar conocimiento histórico y científico sobre nuestros problemas y sus posibles soluciones y, por la otra, clarificar nuestros fines y nuestros valores colectivos. A partir de la integración de esas dos dimensiones, una cognitiva y otra moral, una doctrina nos puede servir para dar forma a estrategias políticas con pretensiones tanto de eficacia como de legitimidad.
Para la economía social de mercado el valor central de una sociedad debe ser la dignidad, valor que sintetiza la tradición moral de Occidente. Una buena sociedad es aquella en la cual la coacción que unos podemos ejercer sobre otros, directamente o mediante organizaciones, instituciones o gobiernos, se halla reducida al mínimo. De tal modo, cada uno puede desarrollar sus capacidades y aprovechar las oportunidades para crear para sí y para quienes le preocupen, la vida que le parezca deseable vivir.
Ahora bien, ¿podemos honestamente afirmar que somos respetuosos de la dignidad de una persona que sufre privaciones solo por el hecho de que nadie la esté forzando a actuar en contra de su voluntad? ¿No es acaso la compasión otra manera de reconocer la dignidad del prójimo? Por ello, la economía social de mercado adopta también como valor fundamental la solidaridad. La solidaridad es lo contrario de la indiferencia o la indolencia hacia nuestros semejantes y nos conduce a la activa preocupación por su bienestar.
Vale la pena referirse al tipo de análisis que, a partir de ese núcleo teórico, la economía social de mercado realiza, citando a un pensador ordoliberal alemán:
Así como se puede formar una gran variedad de palabras de diferente composición y longitud a partir de dos docenas de letras, de manera similar, una variedad casi ilimitada de sistemas económicos reales se puede componer a partir de un número limitado de formas puras básicas. Es tarea de la economía investigarlos lo más a fondo posible extrayendo sus características significativas. Estudiarlos a fondo es descubrir todos esos tipos ideales de formas económicas a partir de los cuales los sistemas económicos actuales y pasados han sido y están compuestos (Walter Eucken, 1950).
Ilustremos lo anterior haciendo uno de la noción de institución. En el ámbito económico el respeto a los derechos de propiedad, una política social capacitadora o la promoción de la competencia, por ejemplo, serian instituciones «inclusivas», aplicables por igual a todos los ciudadanos. En ese mismo ámbito serían reglas «excluyentes» políticas proteccionistas, privilegios fiscales o la creación de monopolios, reglas que benefician a determinados grupos o sectores y perjudican, directa o indirectamente, al resto de los ciudadanos.
En el ámbito político, de modo equivalente, los derechos al voto, a la participación o a ser electos a cargos de representación pública serían instituciones «inclusivas», mientras el voto censitario, las limitaciones a la libertad de expresión o ciertas formas de cabildeo serían instituciones «excluyentes».
Para fines analíticos resulta interesante imaginar, a partir de la combinación de algunas de las instituciones presentadas, algunos órdenes económicos y políticos «puros»:
- Economía social de mercado: orden social caracterizado por instituciones inclusivas, como una democracia plural, la promoción activa de la competencia y una política social capacitadora.
- Rentismo (o «crony» capitalism): caracterizado por la mezcla de instituciones inclusivas y excluyentes, siendo estas últimas producto de alianzas, muchas veces inconfesables, entre el poder político y el poder económico.
- «Liberalismo» autoritario: caracterizado por el ejercicio autoritario del poder político (por eso se entrecomilla el término liberalismo) y la existencia de una economía de libre mercado, arreglo que puede conducir también a la connivencia entre poder político y poder económico.
- Patrimonialismo: caracterizado por la concentración del poder político y el poder económico en una misma clase social, la cual usa los recursos públicos fundamentalmente en su propio beneficio.
Se trata, insisto, de modelos «puros» que intentan identificar ciertos mecanismos causales. No describen ninguna sociedad específica. Son instrumentos analíticos que pueden o no resultar útiles para, por una parte, explicar una realidad concreta, en la medida en que los supuestos en que tales modelos se basan estén presentes o no en dicha realidad, y, por la otra, servir de guía en la tarea colectiva de transformar una sociedad hacia una dirección determinada.
En un texto ya clásico, Brennan y Buchanan (1987) sostuvieron que:
Si las reglas influyen en los resultados y si algunos resultados son «mejores» que otros, se sigue que en la medida en que las reglas pueden ser elegidas, el estudio y análisis de reglas e instituciones comparativas se convierte en el objeto propio de nuestra reflexión. Sin comprender cómo los individuos que construyen un orden social actúan entre sí, y cómo los diferentes conjuntos de reglas afectan a estas interacciones, a los participantes les resulta imposible hacer cambios pensados y meditados en las reglas existentes o incluso comportarse prudentemente con respecto a la preservación de aquellas reglas que han probado ser aceptablemente eficientes en el funcionamiento de la sociedad como tal.
De acuerdo con lo dicho, el liberalismo solidario es, en tanto ciencia, economía política. Pero es también, como hemos visto, una propuesta ética arraigada profundamente en nuestra tradición civilizacional. Es, en definitiva, una doctrina política y económica. Una que vale la pena comprender.
Referencias:
Eucken, Walter (1950). The foundations of economics: history and theory in the analysis of economic reality. Springer-Verlag Berlin.
Brennan, Geoffrey y James Buchanan (1987). La razón de las normas: Economía política constitucional. Madrid, España: Unión Editorial.